Desde el comienzo de esta alcaldía he venido planteando la necesidad de generar una cultura del cumplimiento de las normas, una cultura que permita superar ese entorno mafioso en el cual no importa por encima de quién o de qué sea necesario pasar con el fin de lograr un beneficio individual. En esa cultura las autoridades tienen un papel fundamental: hacer cumplir las normas, pero dicho papel no es posible sin el apoyo de la ciudadania y sobre todo sin que cada ciudadano y ciudadana asuma el compromiso de cumplir sus deberes, pues no es posible tener un policía para cada persona.
Sin embargo, a raíz de las medidas que ha venido tomando la Alcaldía Mayor para recuperar las condiciones de seguridad de la ciudad, he notado que la ciudadanía no está viendo a las autoridades como una figura que hace cumplir las normas sino como un instrumento más para llegar al beneficio personal, o lo que es peor, para perjudicar a otros, sin tener en cuenta el riesgo que esto le puede generar a la institucionalidad o incluso a la misma seguridad ciudadana.
Durante este fin de semana, la policía recibió una llamada denunciando la presencia de un herido al interior de un establecimiento, al llegar la policía al lugar no se le permitio la entrada. Nuevamente se recibe otra llamada diciendo que el herido está muy grave y otra vez la policía se acerca y no se le permite la entrada. Una tercera llamada denuncia que la persona ha muerto al interior del establecimiento y en ese momento la policía toma la decisión de ingresar... Afortunadamente en el lugar no se encuentra nada extraño, es más, la policía comprueba que el lugar ya ha cerrado y sólo se encuentran en su interior los empleados que están haciendo aseo. Ofrecen disculpas al dueño del lugar que estaba bastante molesto por el ingreso y la actitud de las autoridades.
Éste, que podría ser un caso aislado, se puede convertir en un ejemplo de esa utilización que hace la ciudadanía de las autoridades, para perjudicar a otros, pues al parecer las llamadas fueron realizadas por otros establecimientos del sector que vieron en ésta situación una oportunidad de afectar a un competidor. ¿Qué sucedería si cada ciudadano o ciudadana comienza a mentirle a las autoridades con denuncias falsas para afectar a sus competidores?, ¿cuántos casos reales dejaron de ser atendidos por llegar a esta llamada falsa?, ¿cuántas personas hubieran podido resultar victimas de un delito porque la policía estaba ocupada atendiendo la llamada de un envidioso?
Al igual que lo que se presentó con los informantes de la guerrilla y los testigos ocultos de la mafia que aprovecharon para afectar a sus enemigos haciendo denuncias falsas, la utilización de las autoridades para fines individuales termina por restarle credibilidad a las instituciones, y por lo tanto refuerza la idea de que las personas deben tomar la justicia por sus manos, pues las autoridades no son equitativas.
Espero sinceramente que esta situación no se vuelva a presentar, pero si la sociedad en su conjunto no hace una reflexión profunda sobre este tipo de actitudes, las autoridades podemos terminar siendo el instrumento de venganza, rencor u odio de algunos individuos, en lugar de ser los encargados de hacer cumplir las normas.
domingo, 15 de febrero de 2009
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